Cada año se pierde diez escuelas rurales por falta de alumnos. La matrícula escolar se redujo a menos de la mitad en cuatro décadas y la tendencia es a la baja. A una semana del inicio de clases, hay maestras que aún esperan a sus alumnos.

La maestra de la escuela 41 de Calera de Recalde, en Cerro Largo, esperó toda la semana pasada que se inscribiera algún alumno, pero eso no ocurrió.
Para estos casos, Primaria prevé la reubicación de la maestra y el cierre provisorio del centro. Recalde es una zona rural que está a 15 quilómetros de Fraile Muerto.
Semanas atrás se supo que la única maestra de la escuela 110 de los Molles estaba en la misma situación que la de la 41.
Sin embargo, si bien hasta el día antes del inicio de las clases no había ningún anotado, ahora aparecieron unos mellizos cuyos padres se emplearon en una estancia que está frente a la escuela. Gracias a esos niños se evitó el cierre.
En Cerro Largo hay dos escuelas con un solo alumno. De los 90 centros de Primaria en el departamento, 72 tienen solo un maestro. Hay unas 30 escuelas que tienen hasta tres niños.
«En esas escuelas la atención unipersonal al alumno es buena. La atención va a estar centrada en él. Es como una clase particular», señaló el encargado de las escuelas Rurales de Primaria del departamento, Rubén Curbelo.

No obstante, el docente mencionó algunos aspectos negativos para los alumnos únicos. Entre ellos: «el hecho de no poder compartir con otros compañeros y medirse en la sana competencia», agregó.
En Uruguay existen 1.125 escuelas rurales a las que concurren unos 20.000 alumnos, es decir: un promedio de 17,7 por centro educativo rural, según datos del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP).
Primaria dice que hay 590 con menos de 10 alumnos y 250 con hasta cinco niños. Hay 20 escuelas con un alumno.
El director general de Primaria, Héctor Florit, aseguró ayer a El País que cada año se pierden diez escuelas del campo por falta de alumnos.
Para el jerarca, el desarrollo económico y productivo que tuvo el campo no se vio reflejado en el incremento de la matrícula escolar.
A esto se agrega que muchas familias que trabajan en el campo prefieren vivir en centros poblados y trasladarse todos los días a sus empleos.
El sistema de educación rural uruguayo indica que los alumnos permanezcan cinco horas adentro de las escuelas, en la mayor parte de los casos. Los niños entran a las 10:00 y salen a las 16:00, de lunes a viernes.
Sin bien las cifras pueden cambiar según los distintos grados y escalafones profesionales, los maestros rurales cobran en promedio unos $ 25.000 y los maestros directores perciben aproximadamente $ 35.000, según datos de Primaria.
Para los casos en que los docentes deben trabajar en lugares de difícil acceso, cuentan con una prima de $ 1.500 para pagar el transporte. Los maestros que residen en el medio rural tienen una bonificación para su jubilación, desde la década de 1990.
«Cada escuela es un mundo», dijo una docente de Lavalleja para explicar que la realidad de cada centro no es comparable con la de otros lugares.
Es así que hay maestras que viajan los días lunes y se quedan hasta el viernes. Otras se movilizan todos los días hasta el lugar de trabajo.
Ese es el caso de la docente Marys López, de la escuela 94 de paso de La Calera en Lavalleja, donde concurre el niño «cero falta 2012», Mario Rodríguez.
Marys recorre 15 kilómetros en una moto de su propiedad. Tiene un cargo de maestra directora y debe repartir su tiempo entre dictar clases, limpiar la escuela, cocinar y dar de comer a sus alumnos puesto que allí no hay personal auxiliar.
Primaria también cuenta con los denominados «internados rurales» donde los alumnos permanecen toda la semana junto a sus maestros.
En la actualidad hay seis servicios de esas características y se proyecta la creación de un séptimo.
«Es una línea de acción para atender la dispersión y las dificultades de traslado. También se da que algunos padres solicitan que el niño se quede en la escuela, porque no puede trasladarse; eso está menos regulado, pero existe. A eso le llamamos pupilaje», señaló Florit.
En este contexto, Primaria cuenta con «centros de pasantías» que son ámbitos rurales destinados a niños que viven en las ciudades. Allí los alumnos urbanos pasan cuatro o cinco días conociendo la vida rural.
Levantar.
Las autoridades de Primaria utilizan el término «levantar» en lugar de «cerrar», para referirse a los centros escolares del medio rural que dejan de impartir clases por ausencia de alumnos.
Este año pasó eso en la escuela 57 de Paso Leopoldo, ubicada al este de Young. «Queda en stand by y puede reabrirse en cualquier momento», explicó a El País la inspectora de Río Negro, Patricia Barret.
Otras escuelas siguen funcionando al límite, como la 41 de Rincón de Ramírez, que recibe diariamente a tres alumnos, o la 25 de Costas de Bellaco, con solo dos niños.
También existen ejemplos a la inversa. La escuela de Paso Ulleste, que permaneció cerrada durante algunos años, abrió el año lectivo anterior porque se radicó en la zona una familia con tres niños.
El departamento de Canelones, uno de los que tienen mayor cantidad de pobladores en el campo según el último censo, tiene un total de 96 escuelas de características rurales.
Desde hace años no cierra ninguna; por el contrario, una que estuvo a punto de cerrar, reabrió y hoy concurre a ella más de una veintena de niños, según dijo la inspectora de Primaria Ana Novo.
Sacrificio.
A la escuela 95 de Cabo Polonio van 6 alumnos. Al terminar el ciclo escolar los niños de la zona asisten al liceo de Castillos o hacen 7°, 8° y 9° en Valizas. La salida de la zona no es fácil. En pleno invierno, los alumnos parten rumbo a Castillos o Valizas a las seis de la mañana, en pesados vehículos, por las arenas oceánicas. A esa hora, la única luz es la que tienen los medios de transporte; manejar en esas condiciones es un peligro y no muchos se animan a hacer el recorrido.
(Producción: Red de corresponsales de El País)
Padres aportan
Hay cinco escuelas rurales cerradas en el departamento de Artigas desde hace «años», según fuentes de Primaria.
El año pasado se inauguró la escuela rural 91, en una experiencia de trabajo en la que participaron los padres de la zona de Colonia Eduardo Acevedo, en Guaviyú.
Los padres construyeron el local con las orientaciones de la arquitecta residente y Primaria puso el mobiliario. Ahora comienza con seis alumnos.
Maestra: «Un zorrino me atacó cerca de la escuela»
Julio Baiz es un viejo maestro rural de Young. Él se define como maestro, cocinero, granjero, enfermero y mucho más. Lleva ejerciendo la docencia 22 años ininterrumpidos, en el interior profundo del departamento de Río Negro, y no se queja.
El maestro «Colacho» como ha sido conocido por sus niños, tiene historias para escribir varios libros.
«Me casé hace dos décadas con la auxiliar de la escuela, y hasta he viajado en la pala de una retroexcavadora para llegar en hora a la escuela», comentó entre risas a El País.
Al mismo tiempo, el maestro recuerda que en una ocasión tuvo que practicar respiración boca a boca y masajes cardíacos a una vecina de la escuela.
La maestra Marina Sivoplás es más joven pero tiene la misma pasión, siempre ha recurrido a los medios de transporte más variados como tractores, caballos y otros para llegar al aula.
«Pero nunca podré olvidar cuando me corrió y orinó un zorrino que llegó a la escuela, lo que me llevó a tener que tirar mis ropas que no logré que dejaran de tener el aroma del animalito», sonríe la maestra directora.
La joven docente tiene 12 alumnos a su cargo en la escuela 37, de Santa Isabel.
«Cada escuela rural es un mundo»
Cerro Largo
Evalúan unir escuelas
En tres zonas rurales de Cerro Largo se podría aglutinar las clases en un solo local con el fin de focalizar los recursos. En la Inspección de Escuelas se está pensando que la N° 30 de Cañas ofrezca sus instalaciones para alumnos de Cañitas, Asperezas y Montecito, para lo cual un vehículo los transportaría diariamente. En Arévalo, la escuela de la zona ofrecería el mismo servicio a las demás que están cerca y que tienen una baja cantidad de alumnos. Asimismo el proyecto prevé que la escuela 60 de la Mina cumpla la misma función de aglutinar allí a niños de centros escolares cercanos. En esta última se propuso un régimen de internado, pero los padres se opusieron.
Lavalleja
Un beneficio con límites
La escuela 51 de Barra de los Chanchos (Lavalleja) tiene su fiesta cada 1º de mayo. Hasta hace diez años era una fiesta comarcana. Con espectáculos, campeonatos de fútbol y carreras de caballos los vecinos reunían fondos para realizar obras. Hace dos años que la fiesta no se hace en el predio escolar, por orden de las autoridades, y no se puede implicar a la escuela en la difusión del evento, según el vecino Paulo Valdez. «Cada vez hay más trabas, ahora exigen autorización de bomberos», dijo. Bomberos exige un plano del local hecho por arquitecto que cuesta casi US$ 1.000. No se permite vender alcohol, «ni siquiera vino para acompañar el asado o la cazuela».
Durazno
Volando a enseñar
En Durazno un maestro viaja todas las semanas en una avioneta de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) para enseñar a tres alumnos. El docente duerme en el salón de clases en la escuela rural La Carolina, una localidad situada en las orillas del Río Negro, próximo a la represa de Rincón del Bonete. La ciudad más cercana está a unos 100 kilómetros y el camino es intransitable. La distancia impide el traslado cotidiano del maestro. Sus tres alumnos son hijos del personal de la FAU que se desempeña en el polígono de tiro instalado en la zona.
Río Negro
Leyenda rural
Una leyenda rural de Río Negro señala que una maestra viajaba una vez por mes para enseñar y vivir en una de las escuelas más alejadas de centros urbanos del departamento. Un lunes había fallado el «tiraje» para llegar hasta los niños que la esperaban. Faltaban 20 kilómetros, caminando. Un tropero, que junto a varios más arriaban gran cantidad de ganado, le cedió el caballo para que fuera hacia sus alumnos. Dicen que el gaucho le dijo a la maestra: «Doña, cuando llegue, suelte el caballo que él se orienta y nos va a encontrar».
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