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Tras años de buscar inversores para recuperar el histórico Parador del Cerro, la Intendencia de Montevideo tiró la toalla. Finalmente, la administración municipal maneja la idea de hacer un espacio público en ese privilegiado balcón de la ciudad.
Joan Manuel Serrat, Alfredo Zitarrosa y la Cicciolina… Todos tienen algo en común: actuaron en el Parador del Cerro, un lugar emblemático que funcionó en la cúspide de Montevideo.
A fines de 2008, la Intendencia anunció que licitaría el local -para ese entonces ya muy deteriorado-, «con el objetivo de lograr su revitalización patrimonial, a través de una actividad permanente que también potencie la zona como destino turístico», según señalaba la convocatoria.
El destino del local -señalaba el llamado- quedaría a criterio de los interesados, aunque la administración podría desestimar las propuestas que considerara inconvenientes.
El adjudicatario debía recuperar y mejorar el destartalado local, encargarse de la limpieza y la vigilancia de todo el entorno y abonar un canon mensual, dentro de un plazo de concesión de cinco años que podía ser renovado. Pero la ecuación no cerró para nadie. Y la comuna se rindió ante las evidencias.
«Ahora, por un tema de seguridad, no se puede poner un parador ahí», confesó a El País el director de Desarrollo Económico de la Intendencia de Montevideo, Luis Polakof.
El jerarca indicó que, de todos modos, existe a pocos metros otro parador «del Ejército» que «está cerrado y se podría llegar a recuperar».
Lo cierto es que la IMM mantuvo, durante años, intacta la esperanza de poder licitar el emblemático local. «Yo tengo los pliegos prontos, por si se necesita hacer un llamado», dijo ayer a El País el director de Promoción Económica de la Intendencia, Gerardo Lorbeer.
El jerarca indicó que hace mucho tiempo que el parador dejó de tener custodia propia, porque «ya no hay prácticamente nada para vandalizar, ni posibilidad de utilizarlo como refugio, porque casi no existe estructura».
Lo que fue.
En el pasado, el Parador del Cerro estaba totalmente por fuera del circuito de boliches de la capital. Pero un entonces joven emprendedor de la zona, luego exitoso empresario, Everli Rodríguez, creyó en él. En poco tiempo, lo colocó al tope de la agenda cultural y gastronómica, levantándolo prácticamente «desde la nada». Y lo tuvo que reconstruir cuando los tupamaros lo dejaron hecho añicos, allá por 1970.
Rodríguez tomó el Parador del Cerro con 25 años, en 1965, y lo explotó hasta a 1990, cuando dejó el negocio con 50 años.
En 1965, el local era una tapera, atendida por un empleado municipal. Hubo un llamado a licitación y Rodríguez -en ese entonces funcionario de Ancap- fue el único que se presentó, incluso sin saber nada del negocio de la gastronomía. Sin embargo, su visión empresarial ya enfocaba agudeza: creía que el negocio debía funcionar, porque se encontraba en un lugar con una vista privilegiada de Montevideo.
Al principio, Rodríguez trabajaba desde las 6 de la mañana en Ancap hasta el mediodía, y después atendía el negocio.
Con el tiempo, compró un jeep y una chata. Y comenzó a hacer publicidad rodante. Remolcaba la chata con el jeep por 18 de Julio. Después la desenganchaba, la dejaba en la Plaza Libertad y se iba al Cerro a cambiarse de ropa.
El primer show en vivo en el Parador del Cerro fue el del trío «Los Panchos».
«Fue un desastre: la gente se iba sin pagar, se escapaba por las ventanas. Pero el espectáculo fue un éxito, y ahí me di cuenta que la cosa funcionaba», comentó Rodríguez a El País en 2008.
Luego presentó a Joan Manuel Serrat, Vinicius, Astor Piazzolla, y conjuntos como Los Chalchaleros, Los de la Huella e Industria Nacional.
Algunos de los shows que trajo a Uruguay fueron polémicos, como el de la Cicciolina, la ex actriz porno y ex diputada italiana.
«Fue muy cuestionado, porque en aquella época mostrar un seno era todo un revuelo. Aparte, eran unos senos comunes, chiquitos. Ahora, lo ves en televisión todos los días, con semejantes implantes», anotó Rodríguez.
En 1970, el dueño del Parador del Cerro estuvo a punto de irse a vivir a Brasil, cuando los tupamaros le destrozaron el local. «Consideraban que ahí iba a divertirse la oligarquía. Pintaron los sillones, las paredes, rompieron todo. Y yo en diez días lo volví a abrir», recordó.
Los propios clientes le ofrecieron ayudas para reabrir. Y Rodríguez terminó recibiendo, mucho después, en las cenas y almuerzos del Salón Riviera que explotó durante años, a algunos de esos tupamaros que hoy «ocupan cargos importantes».
Un lugar único en la ciudad
«Viajé desde Buenos Aires con Edmundo Rivero, el de las manos como capazos y la voz de trueno; con él compartía cartel en el Parador del Cerro». Con estas líneas, Joan Manuel Serrat evocaba uno de los hitos de la noche montevideana. Un espacio totalmente vidriado, construido a los pies de la fortaleza que en algún momento defendió a la ciudad con sus aguerridos cañones. El Parador del Cerro fue, por muchas cosas, un verdadero fenómeno. Por su escenario pasaron algunos de los más grandes artistas y cantantes contemporáneos, del Río de la Plata y de otras fronteras.
http://www.elpais.com.uy/informacion/parador-cerro-inviable-inseguridad-construiran.html
Posted by Vos en Plural on 6 agosto, 2014 at 14:31
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