La espera por un refugio

MIDES

Colas frente la Puerta de Entrada del Mides genera problemas con vecinos

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Los vecinos “no nos quieren”, afirmó el cuidacoches de Convención y Paysandú, usuario de los refugios del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), mientras ayudaba a Sandra Castro a cargar en su auto las bolsas con cierres. Después de 9 años de tener su taller de confección en la cuadra, decidió mudarse. “No los aguanto más”, dijo a El Observador.

Una canaleta en la vereda habla por sí sola de la situación: fue construida para que corra la orina hasta la calle. “Está todo roto; para entrar al negocio tenía que estar sacando a la gente. Hasta popó me hacen en la puerta”, relató.

Sebastián Fernández señaló el local de enfrente, donde trabaja, para mostrar cómo han roto los vidrios. Basura, almohadas, cenizas y una especie de parrilla permanecen tirados a pocos metros de la puerta del local, donde dos personas duermen en la vereda. Pasado el medio día, otros van llegando y se sientan a esperar frente al centro del Mides donde les asignarán un refugio para pasar la noche.

A la Puerta de Entrada acuden 80 personas cada noche para que se les asigne un refugio. El 10% corresponde a quienes asisten por primera vez. Alrededor de 300 individuos recurren de forma esporádica a los servicios. Allí se los entrevista y se los deriva a un centro según su perfil; por ejemplo, si es una madre con niños, o un anciano.  No obstante, el trámite puede llevar varias horas. Y eso es lo que incomoda a los vecinos.

“Tenés que venir todos los días a ver si quedás fijo, pero puede pasar una semana como un mes”, agregó el cuidacoches. “El otro día estuvimos esperando cinco horas bajo lluvia”, contó Pablo mientras hacía la fila, “y hay madres con niños”.

El subsecretario del Mides, Lauro Meléndez, reconoció que la Puerta de Entrada −atendida por ocho funcionarios− genera una distorsión del barrio. “El problema es la espera de la ubicación” apuntó. Aunque la persona concurra temprano (se atiende al público desde las 17 horas), los centros nocturnos abren sobre las 22 horas y, por lo tanto, se les asigna uno cerca de la hora, según las camas disponibles. Hay 1.400 personas que ya tienen asignado un cupo de permanencia. “Se anotan, les hacen las entrevistas y tienen que esperar porque se tiene una batería grande de postulantes (…) Pero consiguen lugar. Hasta ahora, la gente que ha solicitado cupo, lo ha tenido. La demanda ha sido satisfecha”, señaló a El Observador. Los fríos del pasado fin de semana marcaron un récord de atención con casi 1.700 camas ocupadas (ver página 3).

Por eso Sandra fue tajante: los que duermen en la calle, “lo hacen porque quieren”. Para ello, ponen camas, colchones y sillones, y ocupan toda la vereda.

El objetivo del Mides es solucionar la situación con la inauguración en agosto de un nuevo local por la calle Paysandú. El recinto será más amplio lo que permitirá que aquellos 80 sujetos esperen dentro de las instalaciones.

Walter Bonilla, quien vive en la cuadra desde hace 9 años, contó que “siempre se quedan 5 o 6, los que están alcoholizados o drogados”. El sábado le rompieron la ventanilla del auto. Su esposa tenía un comercio junto a su vivienda pero debió cerrarlo. Al otro lado de su casa, otro local tiene también los vidrios rotos. Antes, “el funcionamiento era bueno: los dejaban entrar, bañarse y comer”, pero ahora están afuera incluso los días de lluvia; “los mandan a ponerse abajo del alero de mi casa”, expresó a El Observador.

Las horas de espera generan problemas con los vecinos. Enrique, quien atiende un almacén en la esquina, relató que ha visto “hasta batallas campales”. Para Sandra “es un griterío”: “Tocan tambores y cantan, se chiflan, y te da terror”.

Meléndez aseguró que no ha habido ningún inconveniente más allá de “algún roce” o de “algunas palabras cruzadas subidas de tono” entre las personas en situación de calle y los vecinos. “A la gente que es violenta, que le pedimos que se retire para refrescarse y vuelva después, por lo general hace caso, pero se queda en la esquina y eso molesta un poco”, señaló. Aquel que ha consumido alcohol o drogas también debe esperar afuera hasta que baje su nivel de toxicidad.

La zona tiene control policial pero “no siempre (se) puede lograr toda la protección”, reconoció el jerarca. Ayer se detuvo a un hombre que estaba en la fila y que había sido identificado por las cámaras de vigilancia. Tampoco se puede evitar que se queden aquellos que no quieren ingresar a un refugio. “Nosotros no podemos obligar salvo que haya una situación de salud que peligre la vida”, recordó.

http://www.elobservador.com.uy/noticia/284263/la-espera-por-un-refugio/

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