El sonambulismo no se considera una patología, pero igual se deben tomar precauciones.
Es verdad: la representación del sonámbulo caminando con los ojos cerrados y los brazos extendidos hacia adelante, es caricaturesca y mentirosa. Pero la posibilidad de que una persona se levante de la cama aún dormida y sea capaz de vestirse, hacerse un licuado o hasta conducir un auto es muy real.
El sonambulismo, ese trastorno tan útil a las tramas ficticias de las pantallas grande y chica, es una alteración del sueño que entra en el terreno de las llamadas parasomnias y que se ve preponderantemente en niños de hasta 13 años. Suele retirarse solo con la edad, aunque en Estados Unidos estiman que afecta a 4% de la población adulta.
¿De qué se trata exactamente? «Es un despertar incompleto o parcial de la etapa más profunda del sueño de ondas lentas (el no REM) y generalmente se produce durante la primera parte del ciclo de sueño de una noche; raramente se da durante siestas», señala el doctor en Neurociencia Atilio Falconi, uno de los responsables del Laboratorio de Neurobiología del Sueño de la Facultad de Medicina (Udelar), quien agrega que «es un fenómeno clínico que aparece mientras el cerebro se reorganiza en la transición de un estado (sueño) a otro (vigilia)».
No obstante, no está claro qué lo causa. En algunos niños, hay una «predisposición genética», acota por su parte la doctora en Neurociencia Marisa Pedemonte, directora del Centro de Medicina del Sueño del Claeh en Maldonado. En los adultos puede aparecer como fenómeno acompañante de ciertas patologías (accidentes vasculares, por ejemplo) o como consecuencia de la ingestión de psicofármacos o abuso de drogas. «El estrés o la privación de sueño también pueden aumentar la aparición de sonambulismo, pero en personas predispuestas», añade.
Falconi menciona además que en algunas mujeres los desórdenes del despertar se exacerban o disminuyen durante el embarazo o la menstruación, sugiriendo influencias hormonales.
Pero el sonambulismo no es una patología en tanto no genera ningún trastorno en la calidad ni cantidad del sueño del paciente, ni repercusiones en la vigilia, así como tampoco desencadena enfermedades, aclara Pedemonte. Lo que más impresiona al o los acompañantes del sonámbulo es su accionar.
Sucede que, durante un episodio, el afectado es capaz de hacer distintas tareas mientras está dormido, desde movimientos o comportamientos menores hasta conductas más complejas como vestirse, abrir puertas o sacar al perro. «Son siempre acciones automáticas y habituales de la vida diaria del paciente, nadie haría algo que no hiciera cuando está despierto», asegura la especialista.
La persona es capaz de ver su entorno, por ejemplo -de hecho, se mueve guiada por sus sentidos- pero no es consciente de lo que está mirando. «Automatismos motores, similares al sonambulismo, pueden ocurrir si estamos muy cansados, privados de sueño: por ejemplo si manejamos con ojos abiertos sin ser muy conscientes de que lo estamos haciendo. Lógicamente es una situación de riesgo», ilustra el Falconi, también docente en el Departamento de Fisiología, dentro del cual funciona el Laboratorio de Neurobiología del Sueño.
Lo que se recomienda en estos casos es guiar a la persona hasta la cama, aunque probablemente volverá sola de todos modos. La creencia de que despertar a un sonámbulo es peligroso es un mito. Lo único que puede generarle es confusión, como a cualquier persona a la que despiertan desde el sueño profundo.
Al volver a la vigilia, el sonámbulo difícilmente recuerde lo que hizo. Como mucho, se quedan con vagas sensaciones o impresiones del episodio. De hecho, si la persona vive sola y no tiene un comportamiento muy complejo, que lo haga por ejemplo ver cosas cambiadas de lugar, puede ni enterarse de que es sonámbula.
Marisa Pedemonte insiste en señalar que no se trata de una patología y que por lo tanto no se habla de cura ni de tratamiento. «Si es secundario a medicación, estrés u otro trastorno, se deben tratar esas cosas. Si es primario, hay que prever un ambiente adecuado, sin peligros. Si bien no hacen cosas que no harían cuando están despiertos, la situación se puede volver peligrosa en sí misma: al salir de madrugada a la calle se puede ser atacado, entonces se debe tener la precaución de no dejar las llaves en la puerta; el sonámbulo hace cosas automáticas, si no puede abrir la puerta fácilmente abandona la acción».
Los riesgos de lesión son la mayor preocupación (ver recuadro). Falconi sostiene que existen tratamientos específicos para aquellos casos en los que el sonambulismo se convierte en un problema para la integridad personal o en la coexistencia con la pareja o el resto de la familia. No obstante, destaca que «los episodios aislados pueden aparecer en personas perfectamente normales y no se recomiendan estudios adicionales. Se aconseja la evaluación formal por un especialista en sueño cuando las actividades son potencialmente violentas, perjudiciales o afectan al resto de los miembros del hogar».
DESORDENES MUY FRECUENTES
Cada día, cerca de un tercio de las personas sufre algún tipo de alteración del sueño o somnolencia diurna, explica el doctor en Neurociencia Atilio Falconi, quien integra un equipo que trabaja en el tema. Y agrega que aproximadamente un 10% posee un desorden clínicamente significativo del sueño. El más común de estos desórdenes es el insomnio, seguido por alteraciones respiratorias y el síndrome de piernas inquietas. El médico agrega a su vez que «las alteraciones del sueño se correlacionan con desórdenes médicos y psiquiátricos, como ser la hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares, obesidad mórbida, diabetes, síndrome metabólico y la depresión». La privación crónica de sueño actual acarrea una amplia gama de problemas desde alteraciones en el aprendizaje hasta accidentes consecuencia de la somnolencia diurna.
Más grave de lo que se cree, dice estudio
El sonambulismo no tratado en adultos puede derivar en consecuencias graves, según una investigación realizada por el Laboratorio del Sueño Gui-de-Chauliac del Hospital de Montpellier (Francia) y publicada por la revista Sleep. De acuerdo a este trabajo, durante la edad adulta el trastorno «afecta a la salud y a la calidad de vida», ya que si no se recibe tratamiento pueden producirse «lesiones y autolesiones». Además, es posible que se desarrollen «trastornos del sueño, somnolencia diurna excesiva, fatiga y malestar psicológico», sostienen los expertos. A juicio del autor principal del estudio, el profesor de Fisiología y Neurología y director de este laboratorio Yves Dauvilliers, el sonambulismo adulto es una enfermedad «potencialmente grave», cuyas consecuencias «no deben ser ignoradas». Por ello, no entiende que se le considere como una patología «benigna». Su equipo de investigación constató, tras analizar a un centenar de pacientes diagnosticados, que «22,8 % de los sonámbulos presenta episodios nocturnos diarios y 43,5 % tiene episodios semanales». Además, 58% ha tenido comportamientos violentos en algún momento, como lesiones que incluyen «hematomas, hemorragias nasales y fracturas», además de un caso con traumatismos graves en la cabeza por saltar desde un tercer piso dormido.
Aún falta mucha investigación
¿Existe algún avance médico en el tratamiento del sonambulismo en los últimos años? Para el doctor en Neurociencia Atilio Falconi, «el avance es en el conocimiento de esta condición y que tiene pronóstico excelente siguiendo simples pautas para un buen dormir».
Una polisomnografía complementada con un estudio de video en general, ya sea en forma directa o indirecta, puede ayudar al diagnóstico la mayoría de las veces. «La dificultad en alguno de los casos puede ser la oportunidad de capturar un episodio -que privando de sueño antes del estudio al paciente- aumenta la probabilidad de aparición», agrega.
Marisa Pedemonte, médica y también doctora en Neurociencia, apunta que en realidad no se sabe qué mecanismos del sueño están `fallando` y por los cuales los sonámbulos no tienen sus comandos de acciones motoras inhibidas, «así que falta mucha investigación de los mecanismos básicos que producen un sueño fisiológico para poder llevar a determinar los `errores del sistema`».
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