Colonias psiquiátricas en reformas, casas de salud sin controles oficiales, escasez de psiquiatras. La salud mental en Uruguay es una prioridad no siempre bien atendida.

Estefanía Canalda
Aunque no hay cifras oficiales actualizadas, en los últimos años, en Uruguay hay un auge de las enfermedades psiquiátricas. Ese aumento de la demanda de tratamientos en salud mental se choca con escasez de profesionales, consultas breves o demasiado salteadas y el surgimiento de un mercado privado que no siempre es regulado en tiempo y forma y que ocupa el espacio libre que dejan algunas carencias del sector público.
En realidad, según la Organización Mundial de la Salud, los trastornos mentales están aumentando a nivel mundial. En 2004 representaban el 13% del total de enfermedades. Para 2020 representarán el 15%, y la depresión se volverá la segunda causa más importante de enfermedad mental. Uruguay está dentro de esa tendencia.
Mauro está en una sala de espera, junto a una decena más de pacientes. Aguarda a que un psiquiatra lo reciba, le haga un diagnóstico y, de ser necesario, le mande medicación. Está nervioso porque debe explicarle sus problemas y no dejar nada afuera. El psiquiatra, por su parte, debe hacerle las preguntas necesarias; todas las preguntas necesarias. Tiene que evaluarlo y explicarle qué le pasa. Si le receta medicamentos, y por lo general lo hace, debe decirle cuáles son sus efectos y cómo tomarlos; tiene que hacer las recetas y escribir en la historia clínica. Debe recibir al familiar que busca explicaciones.
Y para todo eso, en muchas mutualistas y hospitales públicos, los psiquiatras tienen 15 minutos. Está estipulado que se atienda un máximo de cuatro pacientes por hora aunque el 1º de julio esa cifra se reducirá en el ámbito privado a tres, o sea cinco minutos más por paciente. Aunque en esa hora hay que hacerle lugar a los que necesitan repetir medicación y no encontraron número.
El escaso tiempo de consulta complica eso de generar un vínculo adecuado con el paciente, y aumenta las posibilidades de incurrir en un error médico. «Es muy difícil comprimir toda la vida de una persona en 15 minutos», dice Rafael Sibils, vicepresidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay. «Podés diagnosticar algo que no es o no diagnosticar algo que es. Que se te pasen cosas por alto, o no preguntar algo. Equivocarte en el diagnóstico o en la valoración del riesgo».
Además, en algunos centros de salud -sean privados o del Estado-, pueden llegan a pasar hasta tres meses entre una consulta y la siguiente, de acuerdo a la presidenta de la sociedad de Psicología, Cecilia Idiarte Borda.
«Tenemos una limitación importantísima para dar una respuesta rápida y oportuna a la demanda de asistencia», señaló Graciela Novoa, directora adjunta del área de salud mental de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE). Según la jerarca, puede haber un lapso de hasta 30 días entre que el paciente pide hora y tiene su primera consulta en salud mental. Los tiempos se acortan, eso sí, si se comprueba un intento de suicidio, abuso de sustancias o crisis causada por un trastorno mental.
Al aumento en la demanda de asistencia en salud mental y a los problemas con las consultas se agrega que no hay suficientes psiquiatras en ejercicio. De acuerdo a estimaciones oficiales se necesitarían sumar al menos 100 psiquiatras de adultos y 100 psiquiatras pediátricos.
En 2011 entró en vigencia el Plan de Prestaciones en Salud Mental que establece que todos los prestadores de salud deben brindar psicoterapia, muchas veces en forma gratuita, para ciertos sectores, por ejemplo los niños y adolescentes con dificultades de aprendizaje, intentos de suicidio, consumo de drogas o trastornos del humor. También se incluye a los adultos con intento o riesgo de suicidio, con trastornos mentales severos y persistentes, o que presentan un consumo problemático de sustancias. Y se prevén terapias grupales para víctimas de violencia doméstica, profesionales de la salud, docentes de Primaria, Secundaria y UTU, familiares de personas con consumo problemático o con trastornos mentales severos y persistentes, entre otros.
Además, se han implementado cinco residencias asistidas donde viven en forma transitoria 80 personas con trastornos mentales graves, y donde reciben tratamiento. Y se han creado cinco centros del programa Interín, que apunta al tratamiento de niños con problemas de conducta o aprendizaje.
«Todo este sistema ha llevado a que la brecha asistencial se empiece a achicar», dice el director adjunto del área de salud mental de ASSE, Ariel Montalbán.
Pero ante el aumento de los trastornos psiquiátricos comprobado en el mundo, hay trastornos que son más frecuentes ahora como la droga Montalbán reconoce que «no tenemos los técnicos suficientes para responder a esa demanda, porque hay una carencia de psiquiatras pediátricos y de adultos».
Los psiquiatras de adultos en actividad son alrededor de 500, y se necesitarían al menos 100 más, sobre todo para el interior del país.
Según el director de salud mental de ASSE, Horacio Porciúncula, en algunos departamentos hay solo dos o tres psiquiatras, una cifra insuficiente para cubrir las distintas necesidades y las vacantes, por ejemplo en ASSE, el Poder Judicial, las mutualistas y el INAU. Anualmente, en promedio se reciben seis médicos especialistas en psiquiatría, según la catedrática de Psiquiatría de la Facultad de Medicina, Stella Bocchino.
Porciúncula agregó que también hay una falta de psiquiatras pediátricos: se necesitan 200 y hay menos de 100 en actividad. «Cuando se reciben los estamos esperando para darles trabajo». Así de necesitados están: en psiquiatría hay desocupación cero.
La rehabilitación
Los principales trastornos severos y persistentes son la esquizofrenia y la bipolaridad. Se calcula que el 1% de la población sufre de esquizofrenia, y el 1% de trastorno bipolar.
Tanto mediante iniciativas privadas como públicas se está buscando que los pacientes con trastornos mentales graves y crónicos puedan rehabilitarse y recuperar su autonomía. Se aspira a que no tengan que estar institucionalizados, viviendo en colonias psiquiátricas estatales o casas de salud privadas.
Salud Pública cuenta con cinco residencias asistidas donde viven 80 personas que padecen estos trastornos. El Ministerio de Desarrollo Social (Mides) provee la estructura edilicia, y ASSE los profesionales que atienden a los pacientes. Se intenta que recuperen su autonomía y se reinserten social y laboralmente. ASSE tiene también 21 centros de rehabilitación para estos pacientes.
En un salón pintado de verde, en la ONG Centro PsicoSocial Sur-Palermo, hay cinco alumnos en el taller literario que trabaja con personas con trastornos mentales severos y persistentes. En las paredes del salón cuelgan dibujos y en los estantes se apilan artesanías; los productos del trabajo en otras clases. El taller literario lo dicta el profesor de idioma español Marco Maidana. Es una clase avanzada a la que van los usuarios que tienen un verdadero interés por la escritura.
La clase del viernes 24 de mayo estuvo dedicada a la observación. Una de las tareas era imaginar las historias que subyacen detrás de una fotografía. En una feria, José vio «un crisol de culturas». Miguel se imaginó la vida solitaria de un árbol «que lleva años y años presenciando el mismo espectáculo». Eugenio escribió sobre una pareja que era feliz a pesar de la pobreza.
Miguel solía escribir y leer mucho. Pero eso fue hasta hace poco más de 10 años, cuando comenzó a exhibir los primeros síntomas de esquizofrenia. Recién ahora está volviendo a escribir, al menos durante la hora y media semanal que dura el taller.
El centro PsicoSocial Sur-Palermo es una ONG que atiende a alrededor de 330 personas que sufren de esquizofrenia o trastorno bipolar, y están en proceso de rehabilitación. Apunta a asistir a los usuarios en su inserción social. Los pacientes llegan muchas veces por derivaciones, por ejemplo de mutualistas o del hospital Vilardebó. Hay talleres de todo tipo, entre ellos artesanías, cocina, teatro, comunicación y escritura. Hay también cursos de capacitación laboral, y dos cooperativas laborales: de cocina y de cadetería. Cuentan con una comunidad terapéutica en la que los usuarios pasan varias horas al día, y con un grupo de egresados al que pueden volver cuando quieran. Además, organizan terapias grupales para sus familiares, que por lo general también son derivados por mutualistas, y de acuerdo al Plan de Prestaciones en Salud Mental tienen acceso a 16 sesiones gratuitas.
En las colonias
Las Colonias Dr. Bernardo Etchepare y Dr. Santín Carlos Rossi están en el departamento de San José y albergan a alrededor de 850 pacientes con trastornos mentales severos y persistentes. Son los establecimientos estatales donde se alojan esta clase de pacientes a largo plazo (en el hospital Vilardebó el promedio de estadía es de unos 47 días).
En 2006 comenzó a funcionar una comisión honoraria nombrada por el poder ejecutivo que se encarga de la administración y la ejecución de obras en las colonias. El general retirado Francisco Wins, vicepresidente de la comisión, contó que se han recuperado seis pabellones en la Colonia Etchepare y se han invertido alrededor de cuatro millones y medio de dólares.
Primero, se restauraron dos pabellones destinados a 44 personas que están cerca de egresar. Cuando asumió la comisión, dice Wins, «la gente que ingresaba a las colonias no salía nunca más. Había una persona que falleció con 106 años y hacía 70 que estaba adentro».
No sabe, sin embargo, cuántas personas han egresado desde que comenzó a actuar la comisión. Margarita Arduino, ex directora de la Colonia Etchepare, y Ángel Ginés, ex catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina, señalaron el año pasado en un informe que la reducción de pacientes internados en las colonias en la última década (16%) «ha sido poco significativa».
La comisión realizó, también en la Colonia Etchepare, el acondicionamiento de un pabellón que alberga a 12 personas con discapacidad. Finalmente, se recuperaron otros tres pabellones en que hay 240 pacientes. Estas obras fueron acompañadas por la creación de lugares de esparcimiento y educativos.
Wins señaló que la dirección de las Colonias, hoy a cargo del doctor Osvaldo do Campo, decide qué pacientes van a las zonas acondicionadas. Hay alrededor de 450 internados en la Colonia Etchepare, y 300 de ellos están viviendo en pabellones renovados. En los últimos tres que se arreglaron están «los pacientes medios, ni los más graves ni los que tienen posibilidades de recuperarse y egresar», dice Wins.
Ruben Bouvier, presidente del movimiento de usuarios «La salud para todos», reprochó este criterio. «Los pacientes que van a los pabellones que tienen todo lo necesario en infraestructura son elegidos porque son los menos agresivos, los que están mejor psíquicamente, los que no molestan», dice. «Los demás siguen estando en los mismos pabellones de hace 40 o 50 años, en condiciones infrahumanas».
En la Colonia Santín Carlos Rossi, que alberga a alrededor de 400 personas, se está comenzando a rehacer un pabellón de los 10 que hay, aunque antes se habían acondicionado al menos mínimamente dos. Cuando comenzó a actuar la comisión, dijo Wins, la Etchepare estaba peor. Ahora, es al revés. En 2009, Bouvier visitó la Santín Carlos Rossi y la describió como un campo de concentración.
Los pedidos del Qué Pasa de visitar tanto las colonias psiquiátricas como el hospital Vilardebó y de entrevistar a sus respectivos directores no fueron respondidos por ASSE.
Invisible opción privada
«Todo lo que no se ve es un riesgo, y la persona con trastornos mentales muchas veces no tiene nadie que la defienda», dice Reneé del Castillo, ex directora del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública y directora del Centro Sur-Palermo. «Uno puede criticarle muchas cosas a las colonias, pero por lo menos son visibles. Hay algunas casas de salud que están habilitadas y otras que no figuran. No hay suficientes recursos humanos para inspeccionarlas, solo se visitan cuando hay denuncias. Son tierra de nadie».
Según Del Castillo habría unas 2.000 o 3.000 personas con trastornos mentales alojadas en casas de salud privadas.
Los médicos consultados coindicen en señalar que no hay un control efectivo de estos establecimientos, y que escasean los que reúnen las condiciones idóneas para tratar a las personas con trastornos mentales graves. entre esas condiciones están buena hotelería, buena atención médica y programas de rehabilitación.
Según Sibils, de la sociedad de psiquiatría, las regulaciones que ha establecido el ministerio no se cumplen. «Hay algunas casas que funcionan bien, otras que funcionan mal, y otras que funcionan muy mal: sin habilitación, con mala atención, frío, poca comida, con personal que no es idóneo».
Idiarte Borda, la presidenta de la sociedad, agregó que «no se ha logrado un mecanismo de control efectivo por parte del Ministerio. Cuando cierran una porque no está en condiciones la vuelven a abrir con otro nombre». El MSP no ha dado respuesta a los repetidos pedidos de contestación sobre el tema.
El psiquiatra Javier Orrego dijo que cuando las familias no pueden pagar buenas casas de salud «terminan en algunas que son desalentadoras. Cuando uno entra ve las carencias, no porque se los maltrate sino porque el paciente permanece inerte, no se lo estimula, no hay prácticas lúdicas o terapéuticas».
De acuerdo a Ana Roca, miembro de Caminantes, una asociación de familiares de personas con trastornos mentales severos, dijo que «es una cosa terrible. Muchas de esas casas de salud son un negocio para alguna gente y en algunas las condiciones de vida son pavorosas. Están escondidas, no visibles, no habladas. La gente va y deposita».
Terapia y rejas
A esto se le suman distintos mecanismos que ha implementado ASSE para que la atención en salud mental llegue a más personas, incluyendo la atención a la población carcelaria. Actualmente, se está tratando con psicoterapia individual o grupal a los reclusos de las «cárceles grandes», como Punta de Rieles, Comcar y Penal de Libertad, atendiéndose en total a alrededor de un 60% de los reclusos.
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residencias asistidas tiene el MSP donde viven 80 personas bipolares o con esquizofrenia.
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colonias reciben pacientes con problemas de largo plazo, la Etchepare y la Santín Carlos Rossi.
MALES URUGUAYOS MÁS COMUNES
De adicciones y depresión
«La afección mental más frecuente por lejos es la depresión», dice Stella Bocchino, catedrática de Psiquiatría de la Facultad de Medicina. «Muchas veces tiene que ver con la desesperanza en la posibilidad de alcanzar los logros, y Uruguay es un país de depresión».
De los países latinoamericanos que compartieron sus datos, Uruguay es, junto con Cuba, el que tiene un mayor índice de suicidios: 17 cada 100.000 habitantes.
La depresión ha aumentado ostensiblemente y es más común en las mujeres. En 1998 el 16% de las mujeres y el 6% de los hombres tenían síntomas de depresión, y en 2008 estos síntomas se encontraban en el 18% de las mujeres y el 11% de los hombres, según una encuesta realizada por Álvaro Lista y la empresa Cifra.
La depresión está íntimamente vinculada al suicidio, y aumenta la probabilidad de sufrir otras enfermedades y de morir a causa de ellas. «La depresión baja las defensas y predispone a padecimientos como los infartos, el cáncer, la diabetes, las enfermedades infecciosas y autoinmunes y el Alzheimer», dice Bocchino. «Estas enfermedades, a su vez, aumentan el riesgo de sufrir una depresión». Según la Organización Mundial de la Salud, la posibilidad de muerte prematura de las personas con depresiones graves o esquizofrenia es entre un 40 y un 60% mayor que en la población general.
De acuerdo a la OMS, en 2004 los trastornos mentales y de conducta representaban el 13% del total de enfermedades, en términos de muertes prematuras y años perdidos por discapacidad. Se calcula que para 2020 representarán el 15%, y la depresión se volverá la segunda causa más importante de enfermedad, luego de la enfermedad cardiaca isquémica.
En la última década el consumo problemático de alcohol o drogas ha comenzado a ocupar, junto con las depresiones, el lugar predominante en las consultas de salud mental. Varios médicos advirtieron que muchas veces el consumo coincide con otros trastornos mentales. Según el psiquiatra Javier Orrego es inusual que pacientes, sobre todo entre los 15 y los 35 años, se presenten con una depresión o una crisis de pánico, y no hayan consumido alcohol o drogas. Orrego advirtió que esto no permite hacer un diagnóstico definitivo, ya que para eso el paciente tiene que haber pasado por lo menos un año sin consumir.
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