Las imágenes son muy similares y los ingredientes son casi los mismos a la tragedia de Cromañón, cuando el 30 de diciembre del año 2004 Argentina amaneció enlutada por la muerte de 194 jóvenes en una discoteca; en lugar de Santa María era Buenos Aires, Callejeros en vez de Gurizada Fandangueira y las 2.30 frente a las 22.50. Pero el resto fue igual: una bengala lanzada por uno de los músicos, avalancha de jóvenes hacia una puerta cerrada, un local sin la habilitación correspondiente y víctimas del fuego y de la asfixia.
“Dicen que el cantante sacó en mitad del recital una bengala y la encendió. Me pregunto yo, ¿PARA QUÉ SACÁS UNA BENGALA EN UN LUGAR CERRADO?”, comentaba ayer un usuario en el portal de noticias de Clarín. Allí, al igual que en los distintos medios de prensa argentinos, la evocación de la tragedia porteña fue inevitable, lo mismo que la discusión entre los lectores. “En Sudamérica no aprendemos más”, le respondió otro usuario.
Los familiares de los que fallecieron aquel diciembre de 2004 promulgaron su repudio a las “tragedias no naturales provocadas por la ambición y la corrupción”. Familias por la Vida, organización que los agrupa, emitió un comunicado donde se hermanó con los padres de los que murieron ahora, “con el profundo dolor de revivir lo vivido”.
“Profundamente conmovidos, sin que quepa en nosotros el asombro, consternados y dolidos, reviviendo en cada imagen una y otra vez todo lo vivido hace ya ocho años, asistimos a esta nueva tragedia que se lleva la vida de 232 jóvenes, situaciones idénticas a Cromañón se enumeran una tras otra hilvanando nuevamente una historia que por ser repetida no deja de conmocionarnos. Otra vez los valores trastocados, el lucro antes que la vida, otra vez una banda ambiciosa e inconsciente matando con sus actitudes irresponsables”, indicaron los familiares.
En 2004 –luego se confirmó– los sobornos a la Policía evitaron controles por exceso de ingreso de personas, hicieron que no se requisara lo suficiente y permitieron que se vendiera alcohol adentro del boliche. El desorden fue el que seguramente llevó a que algunas puertas de entrada estuvieran obstruidas. La desidia llevó a que un local cuya habilitación de Bomberos estaba vencida siguiera abierto. Y la dejadez seguramente fue la culpable de que diez de los 15 extintores que había en el lugar no estuvieran en buen estado.
Ahora en Brasil claman para saber si, también en este sentido, lo que ocurrió fue similar a lo de Argentina. Por lo pronto hay dos datos que hacen presumir que la tragedia también era evitable. Uno es que la licencia de funcionamiento del lugar había vencido en el mes de agosto. El otro es que algunos testigos aseguraron que los extintores no funcionaban.
Los focos se pondrán ahora sobre el dueño de la discoteca, Koko Sphor, que ya se entregó a la Policía y está “físicamente bien”, según dijo su novia. Habrá que ver si su suerte es similar a la de Omar Chabán, el dueño de Cromañón, que cumple en la cárcel su condena por incendio culposo seguido de muerte en concurso real con cohecho activo. Aunque tal vez ni él lo recuerde, en marzo de 2006 había dicho en una entrevista con Clarín que era necesario “pensar históricamente”. “Porque esto se puede volver a repetir”.
Una diferencia entre los dos incidentes, que no tardaron en resaltar algunos argentinos, fue la respuesta de las autoridades.
Cuando en 2004 se incendió la discoteca, el entonces presidente Néstor Kirchner se quedó en El Calafate, donde descansaba con su mujer. Y Cristina Fernández, presidenta cuando en febrero de 2012 murieron 51 personas por un accidente feroviario en Once, no habló en público de lo sucedido y se tomó un avión rumbo a Santa Cruz.
“En Cromañón Néstor brilló por su ausencia, en Once Cristina también. Dilma adelanta su regreso a Brasil. Diferencias esenciales”, escribió en twitter Mauro Ezequiel Colom, uno de los tantos que aprovecharon la situación para sumarse a la crítica.
el observador.
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