Archive for 15 de enero de 2013

Pibas de los astilleros


Paola Fierro, soldadora en el astillero y dique de la Armada.
Paola Fierro, soldadora en el astillero y dique de la Armada. 

Dos mujeres forman parte del grupo de operarios que construye la segunda barcaza para Montes del Plata.

Una estaba empleada en una panadería, la otra en una mutualista. Ninguna de las dos tenía el menor conocimiento previo de las tareas que se realizan en un astillero ni soñaba con desempeñarlas, algo que en nuestro país todavía es inusual para una trabajadora.

Dos carteles detienen la marcha. Zona militar: regístrese. Un par de hombres de uniforme observa la entrada. Para llegar hasta el astillero del Cerro hay que hacer un trecho. Alcanzar la zona de la grada (el espacio de armado de la barcaza, fuera del agua), colocarse lentes protectores y un casco blanco, y luego recién meterse en la cosa. Hay operarios soldando, otros pintando, algunos moviendo las grúas enormes que trasladan el material de acero que formará, en pocos meses, la estructura de la nave. Luego, como consecuencia de ese trabajo, habrá una barcaza de 1.100 toneladas, con 90 metros de eslora (largo, de proa a popa), 16 de manga (ancho), casi seis metros de puntal (la altura del cuerpo del buque desde la quilla hasta la cubierta) y una profundidad de bodega de tres metros. Esa estructura resistirá una carga de 5.000 toneladas (cerca de 170 camiones). La nave carece de propulsión propia; para moverla hay que remolcarla.

Y la nave va

La industria naval abarca las actividades de construcción, transformación, reparación y mantenimiento de embarcaciones. También la fabricación de motores, hélices, turbinas y todo tipo de bienes de equipo y accesorios diseñados específicamente para su uso en embarcaciones y otros artefactos flotantes, además de actividades de investigación y diseño.

A fines de julio de 2012 se terminó la construcción de la primera barcaza para Montes del Plata, que llevó cinco meses de armado. Se estima que en el momento de mayor actividad trabajaron en el proyecto alrededor de 120 personas, de las cuales 80% eran uruguayas. El proyecto actual ha llegado a emplear a unos 80 operarios y el porcentaje de mano de obra nacional es levemente inferior, según datos aportados por la Dirección de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas del Ministerio de Industria, Energía y Minería.

La segunda barcaza para el transporte de madera de la empresa Montes del Plata es armada por la firma Galictio Tiferey, con mayoría de capitales españoles y un socio uruguayo. La tarea es realizada por 53 operarios, incluyendo a dos mujeres.

Otros colores

Paola Fierro tiene 31 años y vive en el Cerro de Montevideo. Despachaba panes con grasa y margaritas detrás del mostrador de la panadería del barrio. Se enteró por una amiga del llamado a operarios para la construcción de barcazas.

Se animó a pensar “¿Por qué no?”, se anotó y, como quién no quiere la cosa, quedó preseleccionada. Luego recibió capacitación en soldadura mediante un curso de ocho horas diarias, dio una prueba ante la mirada de un supervisor y quedó adentro.

La primera mujer soldadora en la industria naval en Uruguay; no es poca cosa. Para encarar este desafío le pidió apoyo a su madre, ya que debía dejar sus estudios de diseño y encarar una nueva vida.

En la prueba de ingreso, que determinó la continuidad de la experiencia, tuvo que juntar dos chapas dejando una abertura de cinco milímetros y colocar un respaldo cerámico para unirlas. “Ahí tenés que hacer la raíz [así le llaman a la unión] y luego el relleno”, cuenta Paola mientras señala una chapa terminada por ella para explicar el procedimiento, que ahora es parte de una tarea cotidiana.

El arranque en el ambiente no fue fácil. Algunos de sus amigos pensaban que no iba a durar mucho en la tarea, que el “capricho” se le iría ni bien pisara el astillero, que el trabajo era demasiado pesado para una mujer, y otro montón de “ques”.

Leticia Zinola tiene 39 años. Vive en la Unión y para llegar al Cerro combina todas las mañanas el 109 con el 76. Supo de la existencia de Galictio Tiferey por boca del esposo de una amiga, que le comentó sobre el llamado a operarios. Para ella la etapa más dura fue la de asistir al curso de capacitación laboral brindado por la empresa, porque para eso tuvo que reestructurar la jornada familiar y dejar con alguien a sus dos hijas y a un sobrino que tiene a su cargo.

Antes realizaba servicios auxiliares en la Médica Uruguaya; ahora su tarea es pintar la barcaza.

Las dos compartían el miedo a agarrar una amoladora. Nunca habían usado un soldador ni tenían nada que ver con la industria naval. Ni siquiera tenían idea de cómo se llamaban las herramientas. Paola reconoce que no deja de pedir ayuda a sus compañeros de trabajo si la necesita; Leticia dice que se maneja sola la mayoría de las veces.

“Lo novedoso es que acá no se armaban barcazas sino que se reparaban. Este modelo que estamos armando entero lleva trabajo”, comenta Paola. Gira y señala unas barras de acero grises, apoyadas en el suelo del galpón donde trabajan cuando el tiempo está amenazante. Explica que las limpian, las juntan y después las sueldan. Las barras que formarán la estructura de la popa tienen seis u ocho metros de largo. Todavía no empezaron a armar la proa porque no ha llegado el contenedor con el material que la empresa compra en Italia (ver el recuadro “A lo tano”).

A lo tano

El material con el que se arma la barcaza llega a Uruguay en contenedores desde Italia. Cuando se consultó sobre ese aspecto al jefe del proyecto, José Luis Romero, comentó: “Yo me pregunto esto muchas veces. ¿Por qué estamos trabajando con acero de Italia? Por precios habría sido más conveniente hacerlo en nuestras propias instalaciones, cortaríamos el barco en pocas semanas, embarcaríamos todo en contenedores y haríamos el traslado. Hemos tenido que comprar material en el mercado local para no parar la producción, pero los precios se disparan. Nos encontramos con los angulares prácticamente al doble del costo, sin tratamiento en la superficie, y la chapa, sin tratamiento, sale 40% más cara. Todo este material nos cuesta un dólar y un poco más el kilo, cortado, chorreado y limado, listo para montar. Aquí los angulares nos costaron 1,68 dólares, sin limar ni cortar. La chapa, igual. En Europa nos sale 0,80 dólares el kilo y aquí, 1,50. Casi el doble que en Europa. Aunque tuvimos retrasos en la entrega del material, no dejamos de traerlo. Estuvimos en contacto con proveedores regionales de Brasil también. Si la industria se va acercando y los almacenes tienen stock, está claro que eso se prevé y los números bajan. Pero para este proyecto esto está determinado así”.

Por ahora, sólo se ve una estructura muy grande de metal, de color bordó. “Todo se pinta luego de estar pulido, baldeado con agua y bien seco”. Para eso se usan máquinas de baldeo y chupadoras, explica Leticia, y adelanta que la nave va a ser pintada de rojo, azul y blanco.

Las dos visten mamelucos verdes. Los hombres están de azul. “Es porque los uniformes que usamos son los más chicos. Sólo por eso tenemos colores distintos”, comentan. Además, usan cascos especiales con máscaras, guantes, botas y cinturones. El material de los mamelucos es de tela muy resistente a las altas temperaturas.

Suena una alarma. La grúa se mueve y se enciende una luz de alerta. Los operarios se acomodan para dar paso a la grúa y evitar posibles accidentes. La industria naval es considerada la tercera más peligrosa del mundo para los trabajadores, detrás de la minería y la extracción de petróleo.

Salir a flote

Las dos trabajadoras ya han tenido algunos problemas de salud. Paola, la soldadora, sufrió una lesión en los ojos debido a las chispas que provoca la acción de las herramientas sobre el metal. Leticia cuenta que los problemas más frecuentes para los pintores tienen que ver con las 
emanaciones de gases de las 
máquinas.

Ambas destacan que parte del aprendizaje del oficio es conocer la jerga. “Nos decían ‘andá a la popa’ y nosotras nos quedábamos mirando. Ni idea teníamos de para dónde arrancar”, comentan entre risas. Ahora les transmiten el conocimiento a los recién llegados, pero afrontan algunas complejidades cuando los jefes, que son españoles, se refieren a los materiales de trabajo con palabras que en Uruguay no se usan.

Paola es la primera en señalar que las dos producen a la par de los varones. “Es que tenemos que dar el ejemplo”, acota Leticia, y comenta, como quien recuerda un chiste, que cuando empezaron algunos habrán pensado: “Éstas no sirven pa nada. No van a aprobar el curso ni a durar dos días”.

Al despedirnos, las trabajadoras buscan una frase que englobe con coherencia algo de todo lo compartido durante la mañana en el astillero del Cerro. Se miran, se sonríen y mientras dejamos atrás la popa a medio armar, aún sin proa, dicen: “La mayor satisfacción será ver cuando baje al agua y constatar que flota. Eso da una emoción tremenda”.

Anuncio publicitario


Estabilidad emocional del padre es clave en el desarrollo del bebé

Psiquiatría. Un estudio entre 30.000 niños llamó a no subestimar la salud de los hombres durante el embarazo y los primeros meses de sus hijos

EL MERCURIO/GDA | C. GONZÁLEZ

Los cambios de ánimo y el estrés que vive el padre tienen repercusiones en el desarrollo emocional y el comportamiento del niño en sus primeros años de vida, concluyó un estudio que relevó a 30 mil pequeños durante 36 meses.

No solo la salud mental materna es determinante en la evolución del feto en gestación, sino también la del padre. Un trabajo noruego publicado por la revista especializada Pediatrics determinó, tras analizar a más de 30 mil niños, que la ansiedad y ciertos trastornos del ánimo paterno durante el embarazo influyen de manera importante en el comportamiento y desarrollo emocional del niño a futuro.

En concreto, los investigadores descubrieron que alrededor del cuarto a quinto mes de embarazo, un 3% de los padres manifiestan altos niveles de estrés emocional. A través de un seguimiento de 36 meses, observaron además que esa ansiedad estaba fuertemente vinculada con problemas de conducta en sus hijos a la edad de tres años.

Anne Lise Kvalevaag, líder de la investigación, explicó que las razones de esta relación se hallarían en que todo trastorno del ánimo en el hombre tiene un impacto en la salud mental de su pareja, causando cambios hormonales que afectan su embarazo.

HERENCIA.

Enrique Jadresic, profesor de psiquiatría de la Universidad de Chile, recordó que cualquier trastorno emocional que padezca una persona, sobre todo si es mental, repercute en los demás miembros de la familia.

«Lo novedoso de este estudio radica en que hasta ahora prácticamente no se contaba con evidencia empírica recogida en forma sistemática, y a gran escala, que demostrara en forma rigurosa que la salud mental paterna prenatal incidiera en el bienestar de la madre y el hijo», señaló Jadresic.

Uno de los pocos antecedentes fue una investigación de la Universidad de Nueva York que en 2011 determinó que el riesgo de desarrollar trastornos emocionales o de conducta en un niño aumenta hasta 11% si el padre tiene trastornos de ánimo como depresión.

Para Jadresic otra explicación está en la genética. «Lo que ocurre es que padre e hijo evidencian, por ejemplo, una vulnerabilidad depresiva por una genética común. Se trataría, por decirlo así, de un mecanismo más directo, en que el padre le transmite una predisposición genética a sus hijos», consideró el experto.

Otro mecanismo podría ser un vicio como el tabaquismo. «Un padre que está deprimido o estresado emocionalmente puede fumar más y exponer al feto a un ambiente tóxico, que podría ponerlo en riesgo innecesario desde el punto de vista emocional, cognitivo o conductual», agregó Jadresic.

El tema es transversal, pues Kvalevaag y su equipo, en el estudio noruego, observaron que el vínculo entre ansiedad paterna y problemas de desarrollo en los niños se presenta independiente de los factores económicos y sociales asociados a cada familia. Y tampoco influyen la edad de los padres o su estado civil.

«Estos hallazgos sugieren que algunos riesgos asociados a problemas emocionales y de comportamiento en el niño pueden identificarse durante la gestación, lo que debe ser considerado al desarrollar políticas públicas para el período prenatal», precisó Kvalevaag. Sin embargo, los especialistas saben que a la salud paterna no se le concede mucha atención durante el embarazo o los primeros meses del bebé.

«Ni siquiera los mismos padres lo hacen», apuntó Jadresic. «A menudo se olvidan que la experiencia de la paternidad/maternidad (sobre todo cuando nace el primer hijo) es el cambio más drástico y significativo en la vida de un individuo, sea hombre o mujer».

Sin embargo, agregó, la experiencia vital es totalmente la contraria en términos existenciales. «No hay nada que le exija más a la pareja que el convertirse en padres por primera vez».

Un fenómeno que afecta al 4% de los padres, y del cual tampoco se habla mucho, es la depresión posparto. Se ha visto, de un modo análogo a lo observado en este estudio, que la depresión posparto del hombre tiene consecuencias negativas en el desarrollo emocional, cognitivo y conductual de los niños y preadolescentes.

Las investigaciones sobre el tema establecen que los síntomas suelen aparecer antes del nacimiento, aunque el período crítico se ubica entre los tres y seis meses tras el nacimiento.

Los padres primerizos y aquellos cuya mujer también sufre depresión son los más vulnerables a un problema que solo en la capital uruguaya (Montevideo) afecta a una de cada diez mujeres que se convierten en madres.

La depresión posparto se vive como un sufrimiento que impide disfrutar del bebé y la experiencia vital y revitalizante de la crianza de los primeros meses. Esto termina influyendo sobre los bebés porque, en respuesta, el niño puede retraerse, disminuyendo su apetito relacional y buscar cada vez menos el afecto paterno.

Este es uno de los factores de riesgo asociados a problemas infantiles que pueden identificarse en la gestación».

Anne Lise Kvalevaag

No solo es importante la salud materna

La salud mental del padre y su estabilidad durante el embarazo es clave para el normal desarrollo del bebé.

El 4% de los padres sufre depresión

Sufren angustia al igual que les pasa a las mujeres y no pueden disfrutar del crecimiento del recién nacido

En respuesta el bebé puede ser más distante

Si los bebés sienten que sus padres están deprimidos buscan menos el acercamiento y sufren afectivamente.

El País Digital

LA SALUD ANTE TODO!!!


 

Piscina de excremento bajó 10 centímetros tras seis viajes de barométrica

Ante esa situación, ocurrida la semana pasada, la IMM inició contactos para hacer un bombeo directo dese el edificio ocupado al colector

 

La Intendencia de Montevideo, a través del Municipio B, trabaja desde la semana pasada en el edificio ocupado de la Ciudad Vieja donde hay una piscina de excremento, lo que ha motivado a que vecinos del lugar hicieran denuncias en busca de una solución.

Desde la comuna se hicieron seis viajes de barométrica, pero las aguas contaminadas solo bajaron 10 centímetros, indicó Cristina Olivera, alcaldesa interina del Municipio B, a radio Carve.

“Durante toda la semana hemos estado en contacto con Salubridad de la IMM. Hemos coordinado una visita que se hizo el viernes al mediodía después de la barométrica hiciera seis viajes y no descendió mucho las aguas. Con seis viajes de barométrica solo bajaron 10 centímetros”, indicó.

Agregó que el sábado pasado fueron a ver cómo habían quedado los trabajos y se coordinó para que a partir de este martes se retomen los trabajos con dos camiones.

De todas formas, se busca otra alternativa. “Estamos haciendo contactos para hacer un bombeo directo al colector. Por la vía de barométrica no va a ser posible avanzar mucho, por lo tanto estamos buscando otras alternativas de bombeo y ver qué tipo de obras se puede hacer para eso”.

“Se hicieron 6 viajes y continúa con una problemática muy importante”, señaló Olivera. “Estamos en emergencia inmediata tratando de resolver el tema de estas aguas contaminadas que son un foco infeccioso”, agregó.

“Población muy flotante”

Consultada sobre la población que vive en el edificio ubicado en Piedras, entre Isla de Lobos y Guaraní, que perteneció al Sindicato de Estibadores de Ultramar de Uruguay (Saude) hasta 1992, Olivera manifestó que cuentan con un “censo primario” porque “es una población muy flotante, de alrededor de 50 personas”.

“Hay niños, adultos, adultos mayores. Pero es una población que no necesariamente se sostiene en el tiempo allí”, explicó la alcaldesa interina.

Recordó que el edificio del sindicato de la estiba tuvo su personería jurídica y a partir del año 90 deja de existir cuando ya no existen más los trabajadores de la estiba. “Anular la personería jurídica ha sido un proceso largo y el año pasado se remató la propiedad”, comentó.

Olivera también señaló que en la anterior gestión municipal la barométrica trabajo dos veces en ese edifico con entre 4 y 5 viajes en cada ocasión. Pero la situación era diferente a la “problemática” que se vive actualmente.

el observador.

 

 

Guyana descubre el filón de la economía baja en carbono


TIERRAMÉRICA

El modelo de Guyana de crear una economía baja en carbono ya está mostrando sus éxitos.

Imagine a Guyana o Dominica sin bosques ni ríos, o a Antigua, Barbados y Santa Lucía sin playas.

Atherton Martin, un conservacionista que fue ministro de Agricultura de la isla de Dominica, dice que el cambio climático debería obligar a los países caribeños a revisar en serio su manejo de los recursos naturales, no sea cosa que desaparezcan.

“Los principios del cambio climático nos dicen, en esencia, que cuando nuestros sistemas de recursos naturales se debiliten o destruyan por el calentamiento, se destruirá por tanto nuestra economía”, dice a Tierramérica.

Pero no todo es negativo. Martin cree que el cambio climático tiene potencial para beneficiar a las naciones caribeñas en dos aspectos.

En primer lugar, obligando a cambiar la mentalidad de reaccionar ante los hechos por otra de actuar y conducir transformaciones. En segundo término, permitiendo que los gobiernos construyan economías más sólidas mediante el acceso a millones de dólares de financiación climática.

Por ejemplo, la decisión de Guyana de convertirse en una economía baja en dióxido de carbono (CO2) ha atraído ya más de 70 millones de dólares en créditos de ese gas de efecto invernadero para proteger 10 por ciento de sus sistemas forestales.

“Ellos esperan atraer más de 250 millones de dólares durante este año; y ese es apenas un acuerdo de créditos de carbono y de valorización del secuestro (de ese gas invernadero) hecho con un solo país, Noruega”, indica.

En julio de 2009, Guyana lanzó su estrategia de bajo carbono para promover el desarrollo económico combatiendo al mismo tiempo el cambio climático.

Por entonces, el presidente Bharrat Jagdeo llamó a crear una plataforma en la cual las naciones en desarrollo como Guyana no fueran vistas como meras receptoras de ayuda, sino socias en la búsqueda de soluciones climáticas.

Una economía baja en carbono es aquella en la que las actividades productivas están concebidas para reducir la cantidad de dióxido de carbono que de otro modo iría a la atmósfera, y en la que todas las acciones y estilos de vida buscan minimizar los efectos del cambio climático.

Un 80 por ciento de los bosques de Guyana, equivalentes a unos 15 millones de hectáreas, todavía están intactos.

Un estudio científico encargado por el gobierno estimó que este país podría ingresar 580 millones de dólares por año si incurriera en actividades que pueden destruir esos bosques, mientras el valor económico que entraña para el mundo mantenerlos en pie equivaldría a 40.000 millones de dólares.

Jagdeo sostuvo que los bosques de Guyana son un bien mundial, hogar de al menos 8.000 especies vegetales y animales que los hacen una de las zonas más biodiversas del planeta.

Esos bosques actúan también como sumideros que absorben CO2, el principal de los gases que contribuyen al recalentamiento global.

Mediante los incentivos económicos apropiados para mantener baja la deforestación, Guyana podría evitar emisiones globales de dióxido de carbono equivalentes a 1,5 gigatoneladas por año.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó en 2012 un proyecto para fortalecer la estrategia de bajo carbono de Guyana, por un monto de casi seis millones de dólares para su implementación, que se suman a algo más de un millón de dólares entregados a este país por Noruega para los trabajos preparatorios.

El fondo de inversiones de Guyana para la Reducción de Emisiones Causadas por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD+) se estableció en octubre de 2010 para financiar proyectos de esta estrategia de bajo carbono.

El proyecto va a robustecer la capacidad técnica y administrativa de las instituciones responsables de implantar la estrategia, y a desarrollar un sistema de monitoreo, reporte y verificación a nivel nacional.

La sociedad REDD+ entre Noruega y Guyana es la segunda más grande del mundo, según el gobierno guyanés.

Martin sostiene que hay negociaciones con el Banco Mundial, la Organización de los Estados Americanos, otras instituciones financieras internacionales y las Naciones Unidas, que podrían permitir a los países caribeños obtener financiación por sus actividades para alcanzar la resiliencia climática.

Estos países “podrían valorizar sus recursos naturales a partir del secuestro de carbono, y luego convertir la propiedad de ese secuestro en dinero, como está haciendo Guyana, o convertirla en un espacio mayor para negociar reducción de deudas y más préstamos blandos”, argumenta Martin.

El abogado Bernard Wiltshire, presidente y fundador de Waitukubuli Ecological Foundation con sede en Dominica, también cree que se necesita una nueva mentalidad.

Los países del Caribe deben crear “industrias apropiadas” y sumarse al “tipo de turismo adecuado”, dice en entrevista con Tierramérica.

“Dominica podría tener un sector turístico que supere por lejos al de Antigua. Esta tiene sol, arena y mar, pero Dominica tiene todo eso y mucho más”, explica.

“Todo el mundo dice que lo que se necesita es sol, arena y mar, pero ignoran el turismo de naturaleza, de aventuras, el patrimonial y el de bienestar”, arguye.

“Esos sectores están creciendo. Holgazanear y beber ron bajo una palmera está pasando de moda. El negocio turístico caribeño está decayendo porque competimos con países más grandes. Los turistas están yendo mucho más lejos, quieren más aventura”, agrega Wilshire.

Las nuevas atracciones son el sudeste asiático y las junglas de Birmania. Pero “Dominica tiene su propia jungla caribeña aquí mismo”, que podría a traer a miles de personas en busca de aventuras selváticas.

Martin lamenta que una región como esta, con tantas oportunidades extraordinarias, tenga economías empobrecidas.

“Usted tiene países con presupuestos nacionales de 600 millones de dólares anuales. Si logra atraer en un año o dos la mitad de ese monto o incluso más, convirtiendo el trabajo silencioso de nuestros sistemas naturales en dólares de la comunidad financiera internacional, estará fuera de peligro”, dice.

El especialista sostiene que el Caribe podría transformarse a sí mismo muy rápido solo con adoptar el enfoque de resiliencia climática de sus sistemas naturales, como resultado de entender cuán vulnerable es y por tanto cuán vital le resulta reorganizar la forma en que maneja sus recursos.

“Está disponible el conocimiento para hacer los cálculos que permitan que el resto del mundo empiece a recompensarnos por conservar nuestros bosques, arrecifes, sistemas hídricos, etcétera”, argumenta Martin.

“Esta es la simple respuesta a la pregunta obvia que nos hace el cambio climático. Nos está diciendo ‘señores, ustedes tienen opciones. ¿Y saben qué? Por primera vez la opción es una ventaja para pequeñas islas como las nuestras”, concluye.

Sin retorno


Pobladores de Cerro Chato.
Pobladores de Cerro Chato. Foto: Pablo Nogueira

Empleados de Aratirí se aferran al proyecto, aunque su futuro es incierto y la división que causó entre vecinos parece insalvable.

La minera Aratirí, del grupo indio Zamin Ferrous, anunció el 3 de enero en un comunicado que había decidido reducir su plantilla de trabajadores a 20 personas y que, tras haber invertido 200 millones de dólares, aún no ha recibido las autorizaciones del gobierno para llevar adelante el proyecto de extracción de hierro en la zona de Valentines, en el departamento de Treinta y Tres. La empresa señala que completó la entrega de los estudios que exige la legislación y se encuentra a la espera desde noviembre de 2011. Mientras tanto, en las localidades en las que ha impactado el emprendimiento, la gente debate sobre el futuro, el desarrollo, las oportunidades, el medio ambiente y el trabajo; por ahora, viviendo como siempre.

El local que tenía Aratirí en Cerro Chato está vacío. De las viviendas que alquilaba para albergar personal extranjero o de otras localidades del país queda sólo una. Unos 110 trabajadores directos de la minera permanecen desde enero de 2012 en seguro de paro y este año consiguieron una prórroga por 180 días más.

Según un comunicado de la empresa, el personal se redujo a 20 funcionarios. Pero desde el comité de base de trabajadores de Aratirí, que integra la Unión Nacional de Trabajadores del Metal y Ramas Afines (UNTMRA), se advierte que en esa cifra están incluidos los trabajadores de la planta de Valentines y los de las oficinas en Montevideo, que son la mayoría. Francisco da Silva, integrante de la Dirección Nacional de la UNTMRA por la rama minería, señala que además no se tiene en cuenta que Aratirí subcontrató por lo menos a cuatro empresas que llegaron a ocupar a 200 trabajadores en las tareas de prospección y exploración que se realizaron, y que tras cumplir el primer período de seguro de paro fueron despedidos. También explica que a fines del año pasado la empresa ofreció despidos incentivados, pero sólo 15 trabajadores los aceptaron. “Nosotros queremos defender la fuente de trabajo”, agrega, y explica que el sindicato promovió la no aceptación de los incentivos.

Vacío

Valentines es un pueblito de 300 habitantes ubicado en el kilómetro 234 de la ruta 7. Ya en 1965 las autoridades de gobierno comenzaron a proyectar la explotación de los yacimientos de hierro en la zona, pensando en el desarrollo de una industria siderúrgica nacional. Durante la dictadura, en 1976, se decretó el Plan de Estudios de la Zona Ferrífera, que retoma las prospecciones. Los vecinos o más viejos del lugar recuerdan que “los militares venían con máquinas perforadoras que trabajaban incluso de noche con unos enormes focos de luz”.

Tras la llegada de Aratirí, en 2007, el pueblito volvió a pensar en el desarrollo económico y el trabajo, pero de nuevo, como en una historia repetida, se volvió a la incertidumbre. La enorme riqueza que permanece escondida debajo de la tierra en decenas de kilómetros a la redonda no se percibe en la superficie, donde la mayoría de la gente sigue viviendo del trabajo rural aplicado a una ganadería extensiva que implica mínima mano de obra y salarios bajos.

Aratirí instaló en Valentines la planta donde se evalúan las extracciones minerales producto de las perforaciones que se realizaron en toda la zona. Pero ahora la decena de enormes galpones está vacía de personal y los casi 30 contenedores llenos de mineral que permanecen en el predio no necesitan más que unos guardias.

Entre Valentines y Cerro Chato, por la ruta 7, se puede visualizar las perforaciones. Unos tubos blancos emergen a la superficie desde lo profundo de la tierra, señalando que ahí abajo está el “oro rojo” de la discordia. Es que siguiendo la ruta hacia Cerro Chato empieza a aparecer la resistencia. Un tubo blanco en un predio y en el siguiente un cartel de cara a la ruta que dice: “No a la megaminería, a la megacorrupción, a la megadestrucción”. Poco más adelante, en la portera de una estancia escribieron: “Producimos carne a cielo abierto”. A medida que se va llegando a Cerro Chato, los carteles se repiten cada vez más.

Cerro Chato es un pueblo de unos 3.000 habitantes, muy unido como comunidad pero dividido políticamente. La localidad abarca las seccionales 6ª de Treinta y Tres, 8ª de Durazno y 4ª de Florida. Mudarse de calle puede significar tener que pagar la contribución inmobiliaria en otro departamento. Con orgullo, los vecinos destacan que fue el primer lugar del país donde hubo voto femenino. En 1927 se realizó un plebiscito para pronunciarse sobre a cuál departamento querían pertenecer y triunfó Durazno, con 80% de adhesión, pero más tarde la instancia electoral fue anulada por ser considerada inconstitucional. El historiador olimareño Néstor Faliveni confirma que en esa oportunidad votaron por primera vez las mujeres.

La actividad económica del pueblo, hasta la llegada de Aratirí, se mantuvo en torno a la producción agrícola ganadera y más recientemente a la forestación. De hecho, por la ruta 7, a la altura de la localidad, el tránsito principal está constituido por camiones con madera que viajan hacia el sur, con una frecuencia que llega a uno cada diez minutos.

Cifrando

Una encuesta encomendada por Aratirí a la consultora Cifra, realizada entre el 8 y el 15 de noviembre entre 117 adultos de la zona de Cerro Chato, dio como resultado que 36% de los entrevistados dijo que la situación de su familia es mejor que hace un año, mientras que 39% dijo estar igual y 22% peor. En cuanto a la percepción de su situación en el futuro, 53% dijo que va a estar mejor que ahora, 8% igual, 20% peor y 19% no supo responder o no contestó.

Sobre los rubros en los que trabajan actualmente los encuestados, el sondeo establece que 27% son empleados públicos, otro 27% se desempeña en la ganadería o la agricultura, 14% en los servicios, un porcentaje igual en el comercio, 9% en el transporte, 5% en la construcción y 5% en la minería. En cuanto a la opinión sobre el impacto que tendrá en la zona el proyecto de Aratirí si se concreta, 70% cree que mejorará la calidad de vida, contra 19% que dijo que empeorará, 3% que será igual y 8% que no sabe. También, 42% de los consultados contestó estar suficientemente informado sobre el proyecto, mientras 44% dijo estar poco o muy poco informado.

Están cambiando los tiempos

Con la instalación de la minera, el pueblo se vio transformado en múltiples sentidos. Mauro Márquez, delegado sindical de Aratirí, explica que además del incremento del trabajo, el poder adquisitivo de los trabajadores “se elevó muchísimo”. Como ex asalariado rural cuenta que percibía un salario de 6.000 pesos, mientras que actualmente el salario mínimo que paga la minera es de 19.000. Además, la sindicalización masiva de los trabajadores, que comenzaron a demandar mejoras, permitió que “se lograran condiciones de trabajo que no eran comunes” en la zona. Todo esto redundó en que se cortara el flujo emigratorio, sobre todo de los jóvenes del pueblo, creciera el consumo local, se construyeran y reformaran viviendas y, como no podía ser de otra manera, aumentara el endeudamiento. Otro de los cambios impactantes fue que en la plantilla de Aratirí, 30% son mujeres, mayoritariamente jóvenes.

Esta nueva realidad laboral y económica caló tan hondo en quienes trabajan en la minera que afirman: “Si perdemos esta fuente laboral nos tenemos que ir del pueblo, porque lo que te queda es volver al campo a ganar menos de la mitad”, explica Márquez.

Por su parte, Da Silva destaca que la sindicalización era “desconocida” en Cerro Chato. “Por primera vez empezó a haber actos por el 1º de mayo” y una organización sindical con “97% de trabajadores afiliados” comenzó a participar en las actividades sociales del pueblo, ya que “colaboramos en todo lo que se pueda”. “La instalación de esta industria ha traído también un cambio cultural y muchos de los que están en contra de Aratirí son los que quieren que todo siga igual, porque a ellos nunca les faltó nada”, sostiene Da Silva.

El planteo de los trabajadores es definitivamente favorable a la instalación de Aratirí, pero explican que quieren “una minería moderna y responsable que genere nuevas industrias en el país, agregándole valor al mineral extraído”. El objetivo debe estar en tener “una industria siderúrgica nacional en la que la extracción del hierro sea un eslabón más de la cadena”, expresa Da Silva.

Además, plantean que el Estado debe jugar un papel “fundamental” para “no regalar algo que es de todos los uruguayos”, intervenir con “impuestos y cánones” para promover la distribución de la riqueza, y exigir un riguroso control del impacto ambiental en todas las etapas del proyecto por intermedio de la Dirección Nacional de Medio Ambiente y de la Dirección Nacional de Minería y Geología.

Pero otra parte de la sociedad de Cerro Chato se manifiesta contraria a la instalación de Aratirí. Daysi Elena, comerciante y productora rural local, explicó que cuando se inició el proyecto “nadie sabía muy bien de sus alcances”. “La empresa se presentó ante los productores y no les explicó sobre las consecuencias”, agrega. Elena dice que cuando comenzaron a comprender las dimensiones del emprendimiento empezaron a organizarse para evitarlo. Forma parte de un movimiento, integrado mayoritariamente por productores de Cerro Chato, Valentines, Tupambaé y Vichadero que está en contra de un proyecto de “minería extractiva que pretende explotar 95% de los yacimientos en sólo 12 años”. Se reúnen todas las semanas en diferentes lugares y, según dice, “cada vez somos más”.

Elena afirma que lo importante no es Aratirí sino “el proyecto de minería de gran porte”, porque “si no lo hace esta empresa lo va a hacer otra”. Como ya se completaron las primeras etapas del proceso con la prospección y exploración, los productores que están en contra prevén que Aratirí va a vender el proyecto a otra minera “más importante” que se encargue de la explotación. “No hay pueblo que se haya hecho rico alrededor de la explotación minera”, dice, y critica que la empresa no haya dado la información necesaria desde un principio. “Nos tomaron el pelo abiertamente […] menos mal que se paró todo”, expresa. Sobre el incremento del valor de la tierra y las propiedades que tienen mineral, Elena explica que “eso le puede interesar a quien va a vender. Yo no quiero vender, quiero seguir trabajando en el campo y me gusta Cerro Chato así como es, con su idiosincrasia”.

Convivir

El sacerdote Sebastián Silvera Ramos es párroco de la iglesia católica de Cerro Chato desde hace 14 años, además de ser oriundo del pueblo. Recuerda que desde su infancia la explotación de los yacimientos de hierro en la zona “se miraba con expectativa y esperanza por la posibilidad de progreso”. Silvera explica que cuando llegó Aratirí comenzó a contratar gente del pueblo y a pagar salarios “muy buenos para la zona”. “Los muchachos se empezaron a entusiasmar con ese trabajo por la seguridad de un sueldo fijo, empezaron algunos a constituir familia, a generar un movimiento comercial importante y a quedarse en el pueblo”, explica.

Pero además de dar “trabajo a muchos”, Aratirí también significó “un desafío para la convivencia” porque de a poco empezaron a sumarse “voces discordantes”, agrega. Primero, porque “hubo algún ingreso desprolijo a un campo”; luego, porque “apareció la preocupación por el medio ambiente”.

Silvera entiende que la resistencia mayor proviene de “gente de campo, propietarios de predios donde hay hierro, que empezaron a quejarse porque sienten que van a ser desplazados y no van a seguir trabajando en lo que trabajaron siempre”. Pero el sacerdote reivindica las cosas “positivas” que trajo Aratirí. “Los muchachos dejaron de andar dando vueltas con las motos en la noche por ahí, tenían que levantarse temprano; se generó una responsabilidad con respecto al trabajo”, explica.

También cree que existe una subcultura, una forma de establecer los vínculos, que se vio impactada por la llegada de Aratirí. “Algunos se marearon un poco, otros no se sintieron muy cómodos con la cuestión sindical y se alejaron, y hubo muchos distanciamientos”, dice.

Silvera explica que “hubo como una especie de primavera, de movimiento en la esperanza porque muchas cosas podían cambiar, pero si esto salía tan rápido como se pensaba, no existía en el pueblo estructura social para contenerlo”, expresa, en referencia a los servicios de salud, educativos, de vivienda y a la seguridad pública, aunque reconoce que Aratirí “se hizo presente en muchas cuestiones del pueblo con donaciones concretas”. Otras colaboraciones más importantes “quedaron en conversaciones” ante la incertidumbre del futuro del proyecto. En este momento “estamos en una especie de desorientación porque la gente esperaba continuidad”, concluye el párroco.

Menos el cura, en Cerro Chato todos tienen, y expresan, una opinión a favor o en contra de la minera. Algunos hablan de las catástrofes que se avecinan si el proyecto se concreta. En Valentines, un vecino afirma que se van a tener que ir todos porque “a las casas se les van a rajar las paredes”. En Cerro Chato, un trabajador en seguro de paro afirma que un estanciero le dijo que estaba en contra de Aratirí porque “ya no va a haber gente para trabajar en el campo”. Opinan también los periodistas locales como Gutimber González, que sostiene que detrás de este debate hay “dos proyectos productivos” de país, el agrícola-ganadero y el industrial. Hay quienes se comparan con la localidad de Minas de Corrales, en Rivera, donde se explota oro, y dicen que la minería “no le dejó nada a ese pueblo”.

Pero más allá de la situación actual del proyecto, y de los pros y contras, en la zona todos coinciden en que como los yacimientos ya fueron identificados con precisión -como nunca se había hecho-, tarde o temprano un recurso escaso como el hierro va a ser explotado, lenta o rápidamente, por una multinacional o por el Estado, dejando mayor valor agregado en el país o no, afectando gravemente al medio ambiente o bajo rigurosos controles estatales y sociales que mitiguen los daños, pero explotado al fin.

Luis Rómboli
la diaria.
A %d blogueros les gusta esto: